Reflexiones para tí.

Simplemente, sé un testigo

Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo: Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él. Lucas 8:38, 39.

Si bien Dios llama a algunas personas a trabajar como misioneros en tierras extrañas o lejos de su entorno familiar, normalmente lo que Jesús espera es que nos convirtamos en sus testigos en el lugar donde vivimos y nos desenvolvemos, en medio de nuestras tareas y responsabilidades diarias, y también en medio de nuestros momentos de recreación y disfrute de la vida.

Jesús sabía que, tanto para sí mismo como para la gente a la que podría beneficiar con su testimonio, era mejor que este ex endemoniado, en vez de procurar una experiencia religiosa egoísta, en la que solo se interesara en su propio bienestar espiritual, volviera a su entorno, a su vida antigua y a sus relaciones, para mostrarles, por medio de su experiencia, el cambio experimentado, la grandeza salvadora de Jesús.

Hoy, la gente, ante todo, antes que escuchar la predicación de extraños a los que no conoce y en quienes no confía, necesita ver, en la vida de gente conocida, el poder salvador y elevador de Jesucristo. Por eso, el plan general de Dios para la predicación del evangelio es que este sea transmitido por medio de relaciones, donde ya existe una relación.

Los primeros a quienes debemos llevar las buenas noticias del amor de Jesús no son los extraños que encontramos al llamar a una puerta de una casa desconocida (si bien esto tiene su lugar), sino los de nuestra “casa”: padres, hermanos, cónyuges, hijos, tíos, primos. Luego, sigamos con los amigos íntimos, los vecinos, los compañeros de trabajo o de estudios. Lo que necesitan, antes que una “predicación”, que un sermón o una serie de estudios teológicos, es que con sencillez les contemos cuánto bien le ha hecho a nuestra vida conocer a Jesús. Sobre todo, lo que ellos necesitan ver es cómo el evangelio ha transformado tu vida. Ante todo, sé un testigo del amor y el poder de Jesús, con humildad y sencillez, pero con la certeza de quien tiene una experiencia real de salvación con Cristo.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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